Preocuparse, para qué sirve

Publicado el 16 de noviembre de 2023, 14:08

Viernes por la noche en casa. Me dispongo a bajar a hacer una pequeña compra en el chino al lado de mi casa. Como es poca compra, cojo las llaves y abro la cartera para pillar algunos euros. Al abrir la cartera, donde guardo las monedas, me encuentro con una pastilla de Diazepam. Los recuerdos se disparan.

Llevo esa pastillita desde hace tres años, más o menos, quizá dos y medio. Desde 2020 o 2021. Las fechas importan. Importan porque en aquellos momentos mi mente jugaba por libre. Me he imaginado tropecientas veces cómo contaría esto en público, y ninguna de las veces que lo visualizaba, hallaba plena satisfacción. O en realidad, más bien, LA VERDAD, me sentía insegura, me cagaba de miedo.

Pero aquí estoy. Llevar esa pastilla de Diazepam en la cartera se convirtió como en ese salvavidas que sabes tienes en caso de ahogarte, pero que nunca querrías, jamás de los jamases, querrías utilizar. Como ese amigo que te dice: llámame si lo necesitas; pero que no quieres molestar si no es que estás en peligro mortal.

Me empeñé en que nunca tomaría esa pastilla. Que cumpliría su papel psicológico, simbólico, de salvavidas, pero que nunca jamás la tomaría. En mi entorno más cercano insistían de muchas diversas maneras en que tomara “medidas”. ¿Medidas de qué? Preguntaba yo, indignada. Pues ya sabes: medidas, que empieza igual que medi-cación, y que continúa por psi–quiátrica.

Así, lo voy a decir del tirón, a ver si ya no duele: medicación psiquiátrica. Va mejor. Bueno, sin yo tener un super argumento en contra de esta estrategia para cualquier otro ser humano que no sea yo, declinaba su oferta amablemente. A veces, no tan amable, cierto, recordemos que mi mente jugaba por libre. Pero eso es harina de otro costal, de otro post, o de corramos un tupido velo de momento.

He titulado el texto: Preocuparse, para qué sirve. Y esta es mi reflexión: Que a veces, muchas siento, preocuparse viene desde un lugar egoísta. Me explico: cuando me preocupo, cuando alguien se preocupa, siento más bien que sentir el dolor ajeno nos conecta con el propio y entonces se vuelve en incomodidad.

Esa incomodidad propia es la que yo siento nos activa a preocuparnos, en un intento egoísta de “no quiero sentir esto” y es cuando queremos que el otro deje de sentir ese dolor. Es totalmente legítimo y respetable, pero es lo que veo, que es nuestra propia incomodidad al dolor la que mueve este acto de preocupación, que muchas veces vestimos de frases tópicas: “Todo pasa”, “el tiempo lo cura todo”, etc.

Me perdonan, pero dentro de la verdad que pueden albergar estas frases, cuando una persona siente dolor, pues eso, tiene que sentirlo, no hacerle un bypass con frases tópicas. Este tipo de frases la mayoría de las veces lo único que hace es generar una gran frustración para personas que quieren estar bien, pero por más que lo intentan no pueden.

A lo que voy, más que preocuparnos desde este lugar que considero egoísta, de zafarnos de nuestra propia incomodidad, podíamos mejor OCUPARNOS. ¿Qué significa ocuparnos? Dejar al otro sentir como se tenga que sentir, ofrecer nuestro hombro en la manera que el otro necesite, un abrazo largo y en silencio, un espacio para llorar, un tuppercito con comida como muestra de amor y cuidado, un voy a por ti y nos damos una vuelta al sol, un no estás solx, puedo no entender qué te pasa, pero estoy aquí. Un como pueda te dejo sentir tu dolor, confío en que podrás, y no intento arreglarte porque me siento puto incómoda con tu dolor. 

Un simplemente, pudiendo y queriendo, te ofrezco un espacio para que seas libre, sin juicio, sin prisas, con confianza y con amor.

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