La vida me fue quitando poco a poco todo, hasta dejarme desnuda, vulnerable, indefensa. La vida me arrebató todo lo que para mí representaba seguridad. Esa seguridad que yo entendía como amor. Esa ilusión de seguridad que en mi interior yo sabía era solo eso, una falacia, una ficción.

Empezó poco a poco quitándome mis amigos. Amigos que hice familia, que fueron marchando lejos geográficamente, para yo oportunamente sentirme abandonada. Después la vida me quitó amigos, que fueron marchando lejos emocionalmente, para yo más que nunca sentirme abandonada. Después arrasó con los que intenté con todas mis fuerzas que se convirtieran en amigos, que nunca se fueron porque nunca estuvieron. ¿Acaso no estamos todos de paso?
La vida me permitió aferrarme a mi trabajo para no ahogarme en mis soledades. Ahí encontré a una familia de paso. ¿Acaso no estamos todos de paso? Me aferré a mi quehacer profesional como si del mismísimo oxígeno para vivir se tratara. Poco a poco me fui ahogando en la búsqueda de la validación ajena, en la insaciable búsqueda de aceptación afuera, en el ilusorio deseo de sentirme segura. Pero nuevamente todo se fue desmoronando sin que yo pudiera evitarlo, aún intentándolo con todas mis fuerzas y todo el amor que podía, cada vez más me sentía más sola y más presa de mis miedos.
La vida me regaló el amor mas puro y grande que nunca creí poder volver a vivir. ¿Estás preparada para vivir de verdad? ¿Estás preparada para amar genuina y libremente? Y por el camino me perdí yo entre mis miedos, perdí mi amor más grande, ahora veo, soy yo. La vida me estaba empujando a salir de la cárcel mental que yo misma había construido. Como no me daba por aludida, arrasó con todo.
Ante cada perdida me acoracé más aún hasta caer en mi más profunda miseria. Dicen que cuando caes al fondo ya solo puedes subir. Yo añado que puedes subir cuando te atreves a conocer tus miserias en toda su profundidad, ahí descubres el camino de subida, el camino de vuelta a casa, de vuelta a tu esencia, de vuelta al amor.
Cuando entiendes que la vida te desafía para decirte: Ey, estás preparada para vivir, y te estás haciendo la tonta. Cuando entiendes que la vida te dice: Hazte responsable de tus decisiones. Cuando entiendes que la vida te empuja a vivir libre y amorosamente.
Y empecé a soltar equipaje, una y otra vez, y empecé a decir adiós, una y otra vez. Perdí la cuenta hace mucho tiempo de las perdidas y las despedidas. Mientras el dolor de la perdida sigue amaninando, los miedos buscando nuevas formas, y el corazón palpitando con tanta fuerza que ya no me pude hacer más la tonta.
Ahora viajo cada vez más ligera de equipaje, mirando a mis miedos de frente, escuchando el sentir de mi corazón, y al fin siguiendo los deseos de mi alma. Mi alma que ahora me mece en un dulce, sosegado, emocionante, deseo de vivir desde el amor y el gozo en cada experiencia. Mi alma sabedora del camino que ahora escucho con claridad cristalina.
Ahora miro agradecida cada experiencia tortuosa del camino, agradecida con cada persona ahora maestros de los que he aprendido, agradecida por decirme sí a pesar del miedo, agradecida por ver que cuando te abres al amor, te abres a todo. Agradecida al amor, ¿he dicho esto?
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