Esa tarde las calles se sentían diferentes. Salí con el corazón henchido. Esa tarde salí muy emocionada. ¿De verdad esto ya estaba aquí antes? ¿Dónde estaba escondido? ¿Por qué no he visto todo esto antes? Me preguntaba entre inquieta pero mucho más entusiasmada de tal cantidad de hallazgos frente a mis ojos.

"No, seguro esto lo dispusieron anoche mientras dormía." Me decía a mí misma realmente extrañada de todo cuánto veía. Me sentía levitando. Paseaba entre el gentío propio de un viernes tarde. Posara donde posara mi mirada, una profunda belleza atravesaba mis retinas. Belleza desbordante, vibrante. Me sentía viajando en un vagón de primera clase de alta velocidad directa a mi corazón.
Me sonreía, mucho. Tanto que mis músculos extrañados me recordaban cuál larga había sido su espera. Cumplieron felices su propósito acompañando a mi amplia e imperenne sonrisa en esa tarde calurosa y fresca al mismo tiempo. Calurosa porque realmente el verano inundaba las calles, fresca porque mi cuerpo vibraba emocionado en mi interior sin atender la temperatura afuera.
Me sonreía y sonreía al mundo. Miraba y sonreía. No podía parar. Ni quería. “Esto, esto es la vida”, me repetía a cada tanto. Extraña sensación ésta, maravillosa extraña sensación. Me siento levitando entre las personas que van y vienen en sus quehaceres. Los miro y puedo extrañamente entender quiénes son. No, no os conozco de nada, pero os veo. Os veo de una manera que solo puede ver el corazón. Os veo con amor, os quiero sin conoceros.
Esa tarde todo parecía diferente, esa tarde logré mirarme, logré ver el amor que habita en mí. Esa tarde logré ver el amor que habita en todos y en todo cuanto nos rodea.
Añadir comentario
Comentarios