Querida yo del pasado, eres muy valiente. Estoy orgullosa de ti.
21 enero de 2021
Estaba paseando como cada día hago con mi perro. Esta actividad es la única constante en mi vida. Ya llevaba varios días en el pueblo. Suelo tomar los mismos caminos, realizando pequeñas variaciones cada día. Tan pequeñas como cambiar el sentido de la ruta, haciendo del inicio el final, del final el inicio, simplemente cambiando de acera, ampliando el radio del camino, o dando un par de vueltas sobre el mismo lugar.
Cuanto más varío mi ruta, aún siendo esencialmente la misma, más me siento conectada con la vida. En esos cambios improvisados, mi curiosidad suele estar más avivada, mi mirada más perspicaz, mi corazón más receptivo y mi mente más creativa. Son procesos que los vivo mucho en el momento, pero que los vivo de manera inconsciente casi siempre.
En esta ocasión de ruta de paseos perrunos, llevaba días repitiendo el camino, mi ánimo estaba aletargado; algo se despertó en mí y decidí modificar el recorrido, cambié de acera y ante mis ojos se mostraron maravillas que habían pasado desapercibidas para mí antes. A ver, simplemente alcé la mirada, ahí estaban, como estuvieron los días anteriores durante toda mi estancia en el pueblo.
Y ahí estaba esta estampa que os comparto abrigada de un llamativo amarillo, que se sentía cálido en esa mañana fría de invierno navideño. En ese momento obedecí a mi impulso de captar la imagen, me estaba diciendo algo, pero yo no lo entendía, la verdad. Y es que así va esto, me parece, nos están diciendo cosas todo el rato todo a nuestro alrededor, a lo que yo solía intentar entender todo lo más pronto posible. No está mal querer entender, no me malinterpreten, solo que ahora que esa premura se ha convertido en templanza, pues ahora disfruto de no entender, porque en el fondo sé que ya lo sé, solo que lo entenderé cuando sea el momento.

Y aquí estamos: la imagen, este mini relato, vosotros y yo, que siento como un todo en estos tiempos raros que nos ha tocado transitar.
Esta imagen es el reflejo de la ansiedad: enmudece expectante a esa llave que la libere, con la mente como un coladero para que entre cualquier cosa, y los ojos muy abiertos en un vano intento de entender, de captar la chispa que la hace explosionar.
Amig@s, a mi amigui la ansiedad la he bautizado Paquita, no me pregunten por qué. Solo sé que es Paquita, y otras veces es doña Paca, y cuidao como se las gasta mi amiga. Pero si algo entendí más o menos rápido (definamos el tiempo), es que íbamos a ser amigas, sí o sí. Porque cuanto más la quieres callar, mas fuerte grita.
Paquita es esx amigx tóxicx que de pronto descubres que lo quieres fuera de tu vida, y no sabes cómo echarlo, pero es que el joix trae un mensajito o varios para ti, y hasta que no te enteres, no se va a pirar, no lo vas a echar, básicamente. Pues algo más o menos así, eso siento yo. Porque ni soy terapeuta, ni una experta en esto, soy nuevecita, quizá me venia preparando en mi interior para este oleaje y parezco aplicada, eso sí, vale.
Solo vengo a expresarme, aún no entiendo bien el sentido de esto, solo siento que somos muchos, y si a alguien esto le aporta de alguna manera, pues ya tendrá sentido.
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